“Un psicólogo va al cine” es una sección de artículos en la que hablamos de psicología a través de las películas, tanto del análisis de la conducta de los protagonistas como de algunas ideas o conceptos relevantes en la psicología actual. Ojo, contiene spoilers.

Del Revés, 2015. Walt Disney.

Os preguntaréis, ¿de verdad es necesario otro artículo de un psicólogo sobre “Del Revés”? Pues yo creo que sí, aunque sea solo para tratar de corregir algunos errores acerca de las emociones en los que precisamente hemos incurrido los psicólogos, especialmente desde los excesos de la corriente denominada “psicología positiva”. Empezando por la división de las emociones en positivas y negativas (en función de si son experimentadas como agradables o desagradables), lo que ya de por sí nos predispone a buscar unas y evitar otras a toda costa, sin ninguna otra guía… y eso no funciona. Porque esperar experimentar todo el tiempo emociones “positivas” es una batalla perdida de antemano. Porque hay momentos en los que lo natural (y ajustado) es sentir emociones desagradables y eso no está mal. Porque el parámetro más importante de las emociones no es su valencia positiva o negativa en cuanto a si las experimentamos como agradables o desagradables, sino para qué sirven. Su función. Volvamos a la peli.

En esta aventura, Pixar nos adentra en el interior de Riley, donde conviven las emociones básicas de nuestra protagonista: alegría, tristeza, miedo, asco e ira. Ellas son las encargadas de dirigir el comportamiento de Riley desde una “sala de mandos” ubicada presumiblemente en el interior de la cabeza de la niña. Alegría es la primera en llegar y pretende imponer su mando, su reino de la felicidad en el que todas las experiencias y los recuerdos son alegres (sobre todo los recuerdos esenciales, que conforman la personalidad). Pero no es la única habitante de la sala de mandos. Convive en cierto equilibrio con el resto de emociones básicas. Miedo mantiene a Riley a salvo, avisándole de los peligros a tiempo para poder evitarlos. Asco impide que Riley se intoxique o envenene. Ira ayuda a Riley a luchar contra las injusticias, a que las cosas sean como ella quiere cuando no lo son. ¿Tristeza? ¿Para qué sirve la tristeza? La respuesta a esa pregunta será el leitmotiv de la película.

Riley es una niña feliz, sus días están entretejidos de recuerdos agradables… hasta que un suceso natural de la vida le obliga a cambiar de entorno y adaptarse. Ella y sus padres se mudan, y debe empezar una nueva vida en un sitio nuevo, desconocido, donde no conoce a nadie. Se trata de una situación difícil en la que es natural sentir nostalgia, tristeza o incluso enfado con sus padres por la decisión. Es parte del proceso de adaptación, hasta ahí todo bien. Pero entonces Alegría intenta dirigir todas las operaciones, tratando de mantener a raya a Tristeza, evitando que haga su aparición a pesar de que en esta situación la tristeza es la emoción más ajustada. Tratar de acallar emociones naturales y forzar un estado emocional impostado siempre acaba mal. Porque todas las emociones son necesarias. No en vano, algo que hacemos los psicólogos a diario en sesión es normalizar emociones que son perfectamente naturales y ajustadas al contexto, pero que tratamos de acallar porque hemos aprendido que no está bien sentirlas (o peor, no estamos bien por sentirlas). En este caso, las intentonas de Alegría (que sigue empecinada en convertir la vida de Riley en una taza de Mr. Wonderful) terminan con una especie de colapso del “mundo interior” de la niña, lo que se acaba conllevando que se escape de casa.

Aquí comienza un viaje en el que Alegría y Tristeza van a tratar de reconstruir los engranajes de este mundo. Y para ello tendrán que colaborar. La película llega a su punto culminante cuando por fin descubrimos que la tristeza tiene una función. La función social de la tristeza es atraer la ayuda y apoyo de nuestros seres queridos, que no es poco. Y mostrarnos que aquello que hemos perdido o estamos perdiendo es muy valioso para nosotros. Así es como Tristeza toma el mando y ayuda a Riley a volver a casa y a reconciliarse con sus padres. Y es que, si algo podemos aprender de esta joya de Pixar es que todas las emociones son útiles, tienen una función.

¿Qué podemos aprender de esta película? Del Revés cuenta con dos grandes aciertos y dos ideas confusas acerca de las emociones. El primer gran acierto es mostrar que todas las emociones tienen una función y son necesarias. También la tristeza. Y también las demás emociones llamadas “secundarias” y que no tienen su espacio en el film, como la culpa o la vergüenza. Esto ya supone un puntazo a favor de la película. El otro gran acierto es que muestra algo que también es muy importante acerca de las emociones: que no se dan de manera completamente separada sino que se entremezclan. Que podemos sentir emociones diferentes a la vez: tristeza y alegría, ira y tristeza, miedo y alegría… Esto es algo completamente normal. Por ejemplo, los recuerdos alegres nos generan tristeza cuando los echamos de menos, o sentimos alegría cuando nos sentimos mal y nos consuelan y dan fuerzas. Como vemos en la película, hay situaciones y recuerdos que pueden generar emociones que se entienden como antagónicas.

Respecto a las dos ideas confusas, no sé si me quiero meter en este jardín, pero ahí va:

  • Las emociones y recuerdos no están dentro de nosotros. Esto responde a un error filosófico y a una metáfora (la del almacén de memoria) que se nos fue de las manos. Emocionarnos y recordar son algo que hacemos, no algo que tenemos.
  • Las emociones no causan la conducta(y, hablando con propiedad, también son conductas). El hecho de que con frecuencia antecedan a determinadas formas de comportarnos nos puede generar esa falsa ilusión de causalidad, pero nuestro comportamiento se explica a través de una gran cantidad de variables (multideterminación) que interactúan entre sí. En estas interacciones surgen emociones pero si la explicación de un comportamiento terminara en atribuírsela a una emoción determinada nos quedaría explicar lo más importante: por qué hemos sentido esa emoción determinada en una situación dada y por qué hemos respondido así ante dicha emoción. Para ello tendremos, como siempre, que mirar al contexto e historia de la persona.

No me quiero poner “brasas” con estas dos afirmaciones, así que si alguien quiere profundizar sobre ellas o mostrar su discrepancia, estaré encantado de seguir la conversación por mail: aitorpenalba.psicologia@gmail.com